Si unos meses atrás me hubieran dicho que estaría tan enamorada de ti, probablemente me hubiese mostrado indiferente o simplemente no lo creo, pues a pesar de tener conciencia de que existías, nunca pensé que podría aceptarte en mi corazón.
Sin embargo, tú conquistaste mi alma y transformaste mi vida desde el mismo momento en que te dije: “yo te acepto como mi único Salvador”, y sé que ese día, 20 de marzo de 2011, hubo fiesta en los cielos, porque inmediatamente tu gracia derramaste en mi, dándome una paz y una esperanza revestida de amor, un amor que tú renuevas día a día al rebosar mi vida con tus bendiciones.
No sé porque nos empeñamos en alejarte de nosotros Señor, me imagino como sufres cuando te ignoramos, cuando prestamos atención a cosas del mundo y tú ahí siempre a nuestro lado poniéndonos tus manos en el hombro, anhelando aunque sea una mirada de nosotros, y volteamos porque no queremos dejar las tentaciones y toda la lujuria que nos ofrece el mundo, creyendo que eso es vida ¡y que tontos somos!
Tan solo lo pienso y me digo: ¡Que grande y bueno eres Jesús! Eso es amor puro y verdadero, porque a pesar de ignorarte, muchos también blasfeman contra ti y aún así tú nos sigues amando, estás con los brazos abiertos esperando por nosotros, para recibirnos y perdonarnos y darnos el regalo de la salvación. Sin dudas, el mejor obsequio que ser humano pueda recibir.
Ayer lloraba, y aunque sé que tú me has perdonado, no pude evitar sentir tristeza por todo aquello que pasaste al ser crucificado, fuiste humillado, derramaste tu sangre por nosotros, llevando nuestras culpas sobre tu costado para darnos la vida eterna, y aún así renegamos de ti… ¿Cómo te debes sentir, Señor?
Te pido una vez más perdón por todas las veces que te fallé, por todas las veces que no quise escuchar tu voz, aún siendo bondadoso y generoso conmigo, librándome de tantos males, dándome muestras de tu amor y yo lejana a todo eso, sin asimilar por un momento que todas esas bendiciones venían de ti. Solo puedo darte las gracias, las gracias infinitas por ese amor que me brindas día tras día, por esa paz que ahora siento en mi corazón. Gracias Dios por redimirme.
Ahora miro cada amanecer con una nueva esperanza y solo te pido que me des las fuerzas para continuar caminando en ti, que nada me aparte de ti Jesús, porque no hay vida fuera de ti. ¡Te amo!
CG