Como mujeres siempre hemos soñado tener a nuestro lado un hombre que nos ame, nos valore, nos respete, nos cuide y nos comprenda. Que acepte nuestros éxitos profesionales, personalidad, estado de humor, sin cambiarnos y sin moldearnos a su gusto. Pero, ¿Que estamos dispuesta a dar o entregar nosotras?
Siempre he creído que toda gran mujer merece un gran hombre a su lado, y esa gran mujer debe saber que fuimos creadas por Dios para ser una ayuda idónea del hombre, su amiga y compañera. Y que para lograr una buena relación de pareja, debemos dejar a un lado muchas cosas que a través del tiempo por la misma sociedad feminista, que ha ido emergiendo, se han cimentando en nuestras vidas: como el creernos que siempre tenemos la ultima palabra, que somos la superpoderosas y que el hombre que quiera estar con nosotras debe aceptarnos así y punto.
Pero ¿sabes que? La rebeldía, la soberbia, ese espíritu de competencia y de que podemos derribar una montaña sin ayuda de ellos, creando una rivalidad, definitivamente no es el mejor ejemplo que debemos practicar. Con esto no quiero decir que seamos sumisas, y que nos dejemos dominar y pisotear, claro que no, pero lo que sembramos es lo que cosechamos. Ser tolerantes y brindar nuestro corazón a ese ser sin ninguna condición, comprometidos a cuidarnos mutuamente es lo que enseña la palabra de Dios.
He visto como en los últimos años se ha creado una lucha constante entre el hombre y la mujer actual por determinar quien es más fuerte, y quien es el que debe tomar la decisión final en el hogar ante cualquier situación. Y como siempre ambos entienden que la razón les pertenece.
Si vamos a Efesios 5 del 22 al 24, nos encontramos con esta cita: “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia la cual es su cuerpo y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo”. Pero si seguimos leyendo los cinco versículos siguientes, podemos constatar que el hombre también tiene un mandamiento importante que cumplir, y es que está llamado a cuidar y amar a su esposa, y tratarla con bondad y ternura.
Hermosas y luchadoras mujeres que entregan todo cada día por superarse, y defender su lugar en un mundo tan cambiante y exigente, es importante que sepamos que el matrimonio es mucho más que firmar un documento para cumplir ante la sociedad. Es saber que hay un compromiso mutuo entre el hombre y la mujer de sostenerse y apoyarse, de cuidar el uno del otro y ser cada uno el mejor amigo del otro. Cuando entendamos esto, tendremos la mejor disposición para recibir a ese hombre maravilloso que Dios tiene para cada una de nosotras, y no nos desesperaremos, ni desmayaremos, porque sus promesas se cumplen en nuestras vidas, si le creemos a él.
Y siempre tengamos presente, que en toda relación ya sea de amistad o de pareja, para que sea exitosa debemos sopesar la opinión del otro, sin creernos que siempre tenemos la razón o la última palabra. Aprendamos a ser tolerantes, esa es la base de una buena relación.
Somos bellas, somos inteligentes, así que mostremos esas cualidades desde lo más profundo de nuestro corazón siendo humildes, y vivamos y disfrutemos el amor, que como fresco rocío llegará a nuestras vidas para llenarnos de felicidad.
Dios les bendiga,
CG.
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